"El
día de la inauguración, en la gran misa solemne con el canto gregoriano
admirable que se cantó, quedé encantado. Logré lo que me propuse. Estaban
impresionados. Hasta el arzobispo de Lyon me dijo después que se había
"convertido" a Le Corbusier, porque me había tomado por un diablo y veía
que yo sabía hacer, no arte religioso, sino arte del lugar del oración.
El fenómeno y manifestación de lo sagrado en el hombre."
"Con
Pierre Jeanneret hicimos cosas revolucionarias. La gente se asombraba
intuitivamente. Algunos aceptaban y otros chillaban y chillaban. Quisieron,
incluso, domarme con honores, pero no acepté."
"Los
"grandes nombres del arte" querían que entrase a las Bellas Artes.
Les dije que le tenía miedo al Diablo. "No. Son diablos. No me
interesa. Quiero que me dejen tranquilo". Nada de academias. En
una conferencia en Buenos Aires dije: "no hay que pensar académico".
Piensen que quiere decir eso y quizás estén de acuerdo."
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¿Algunos
de los que se inspiraron en Usted no hicieron academicismo?
"Sí.
Un academicismo sin valor. Después de la guerra me encargaron
capillas. No sé por qué. La Capilla de Ronchamp, que es un lugar
de encuentro mundial, y también el Convento de la Tourette, muy
admirado por todo tipo de gente que casi quieren ser monjes. Pero
no, prefieren poder salir."
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"Uno
de mis clientes quería que le hiciese una iglesia en la ciudad donde él
es alcalde. Yo no tenía ganas. Ya había hecho dos. Ya basta. Pero pasé
por la Tourette y vi esta iglesia. Pensé : "Caramba, es fantástica,
puedo hacer otra". Ya que la segunda era diferente de la de Ronchamp,
la tercera iba a ser vertical."
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