"Mi
madre se dedicaba a la música seriamente, profesionalmente; mi padre estaba
abocado a una profesión condenada a desaparecer: en la capital de reloj,
La Chaux-de-Fonds, Suiza, donde nací, fabricaba cuadrantes de esmalte
blanco, una de las artesanías más difíciles. Mi padre la ejerció con todas
sus dificultades que yo intuía en forma directa o indirecta. Nunca quise
hacer ese trabajo, y mi padre tampoco me lo propuso".
"Mi
hermano estaba destinado a la música: violinista desde los ocho años,
un concierto a los once. La familia se concentró en él mientras yo callejeaba
con mis amigos y seguía mi propio camino. Dejé la escuela a los 13 años.
Tenía la manía del dibujo, entonces ingresé en una escuela de arte. Pero
el primer día al volver a casa dije: "Me hacen grabar estuches de reloj"
y mi padre me dijo: "Más vale eso que nada". Pero no me gustó, no quería
tallar relojes para Sudamérica."
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Algunos
dibujos realizados por Le Corbusier |
"Un
maestro estupendo se interesó por mi, se llamaba L'Epplatenier. Un día
me dijo: "Harás otra cosa, serás arquitecto". Y yo le dije: "¡Que calamidad!
Odio ese trabajo". Pensaba en las casas que se hacían en mi ciudad, muy
feas. Un día en mi escuela, había uno que quería construirse una casa,
entonces le propuse hacérsela. El me dijo que yo no era arquitecto, a
lo que yo le contesté: "No, pero puedo probar, es lo mismo hacer una casa
que otras cosas". Entonces le hice unos planos. Y quedó asombrado, lo
convencí."
Ahora
el gran maestro nos describe la experiencia de construir una casa a los
18 años, cómo encaró el proyecto, cuáles fueron sus descubrimientos: "Me
encargó su casa, y tuve mis primeros problemas graves con la opinión pública,
que nunca cesaron."
"Pero
pude manejar piedras, ladrillos, y me interesé en los materiales,
en su valor específico, en que construir es emplear materiales,
respetar las leyes de la resistencia, inventar medios para vencer
la resistencia. Y entonces me hice arquitecto, como se debe, para
con Dios quizás, no oficialmente."
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